martes, 8 de junio de 2010

¡¡HUELGA!!

Y llegó el día. Fiel a mi promesa de vivir con intensidad esta primera experiencia de funcionario (aunque sea como interino), y después de experimentar mil y una anécdotas en el aula, quise tomarme la huelga de funcionarios de este martes 8 de junio seriamente.

Con independencia de que no ir a trabajar hubiera sido lo idóneo para aprovechar y dar un pequeño empujón a las oposiciones, dejando aparte el dinero que dejaría de ingresar por no acudir al instituto y cumplir con mis obligaciones, reflexioné.

Ya hice huelga el pasado mes de abril para reivindicar lo que quiera que se reivindicase aquel día. La verdad es que no sabía qué se pedía (de hecho, aún no lo sé), necesitaba el día para echar los papeles de las oposiciones, y la gran mayoría del claustro estaba de acuerdo con no ir a trabajar. Así que... hice huelga.


Pero en esta ocasión, lejos de dejarme llevar por la mayoría, quise hacer valer mi individualidad y reflexioné en torno a mi derecho a hacer o no huelga.

Mi primera observación fue la gran división que existía entre mis compañeros acerca de acudir o no hoy al centro. Y es que, si bien se hablaba de no trabajar, no escuché a nadie aludir palabras como reivindicación o manifestación. Pregunté a muchos sobre sus intenciones y, al contrario de lo que cabría esperar por el nivel de enfado general debido al recorte de salarios, no había unanimidad ni opinión general sobre qué hacer.

Visto lo visto, acudí a otros criterios:

¿Realmente, en qué nos beneficia una huelga?
Dada la fama, en parte merecida y en parte autoproclamada por los funcionarios públicos, de no hacer nada, movilizarnos con jornadas sin trabajar no es que sea una de las medidas más "lúcidas" y populares que pueden adoptarse. De hecho, incluso me parece una obscenidad, con la que está cayendo, y con los niveles de desempleo que existen, desarrollar como centro de protestas el no cumplir con las obligaciones laborales.
La huelga beneficia más al gobierno (¿cuánto se ha ahorrado en sueldos el día de hoy?) que a nosotros (¿a cuántos ciudadanos hemos fastidiado? ¿cuántos comienzan a posicionarse en nuestra contra?)
¿Qué se opina -desde fuera - de la huelga de funcionarios?
Sólo hay que acudir al mercado del barrio, a los bares, a la prensa, o a internet para descubrir que la gran mayoría de personas ignora (y muchísimo) la situación y los motivos de la protesta. ¿Acaso sabe el pueblo que la situación del funcionario de clase A es la peor de Europa? ¿Paralizar el país realmente ayuda a comunicárselo?
Me encuentro esta mañana en internet, en la edición digital de un conocido semanario: "Hoy los funcionarios no trabajan, algunos de ellos porque están en huelga"
Los sindicatos: ¿Dónde estaban? ¿Qué están haciendo? ¿A quién ayudan?
Resulta curioso, que hoy día, en plena era digital, el papel reivindicativo de un sindicato sea el mismo que el de un "correo en cadena" ("Reclamemos nuestros derechos, mañana huelga. Pásalo a 10 personas en los próximos 10 minutos o te saldrán canas en los pelos de las piernas")
¿¿Es que no existen otras medidas?? ¿¿Es que dentro de todo el cuerpo de liberados sindicales no hay nadie, nadie, nadie capaz de idear auténticas estrategias que no sean no trabajar y ponernos en contra a la sociedad?? ¿De verdad están trabajando al 100% para defenderme a mí y a mis derechos como empleado público? ¿Eso es lo que me quieren hacer creer?

Y después de mucho pensar, acudí a trabajar. Y no porque me den igual o esté a favor de estas medidas del gobierno, sino porque no creo que una huelga sea la acción a realizar para conseguir lo que perseguimos.

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