miércoles, 7 de julio de 2010
EL TRUCO DEL NUEVE
miércoles, 23 de junio de 2010
EL SÍNDROME DE MARY POPPINS
Pero nadie, ni siquiera dentro del mundo de la enseñanza, alza la voz por cosas como la dejadez de la administración hacia los centros, las condiciones bajo las que damos clase, o, de lo que quiero hablar, del carácter nómada de quienes desarrollamos esta profesión.

Venden la moto del “regalo” de portátiles para que el alumnado andaluz esté al día de las nuevas tecnologías, pero se desconoce (o se quiere ignorar) que, en la gran mayoría de los casos, un alumno en sus años de escolaridad tiene que estar adaptándose continuamente a los métodos, sistemas, requisitos y conocimientos de un profesorado que “está de paso”. Y no existe continuidad, ni si quiera una seria ni firme línea pedagógica; entre bajas sin cubrir, sustitutos, interinidades, destinos provisionales, permutas… ¿con cuántos docentes trabaja un alumno en la etapa de secundaria? ¿y en la de primaria?
Se llega al centro con “fecha de caducidad”, calculando qué da tiempo a dar y a trabajar, sabiendo que se va a “parchear” el proceso educativo de un alumnado hasta que (como pasaba en la película) el viento cambie: y se incorpore el titular de la plaza, o alguien “camino de su definitiva” te de el relevo. Y llegado el día, tal y como uno viene, se va. Con suerte te echarán de menos 10 minutos, con mucha se acordarán de ti en unos años. Y poco más.
Yo lo llamo “El síndrome de Mary Poppins”.
martes, 8 de junio de 2010
¡¡HUELGA!!

Con independencia de que no ir a trabajar hubiera sido lo idóneo para aprovechar y dar un pequeño empujón a las oposiciones, dejando aparte el dinero que dejaría de ingresar por no acudir al instituto y cumplir con mis obligaciones, reflexioné.
Ya hice huelga el pasado mes de abril para reivindicar lo que quiera que se reivindicase aquel día. La verdad es que no sabía qué se pedía (de hecho, aún no lo sé), necesitaba el día para echar los papeles de las oposiciones, y la gran mayoría del claustro estaba de acuerdo con no ir a trabajar. Así que... hice huelga.
Pero en esta ocasión, lejos de dejarme llevar por la mayoría, quise hacer valer mi individualidad y reflexioné en torno a mi derecho a hacer o no huelga.
Mi primera observación fue la gran división que existía entre mis compañeros acerca de acudir o no hoy al centro. Y es que, si bien se hablaba de no trabajar, no escuché a nadie aludir palabras como reivindicación o manifestación. Pregunté a muchos sobre sus intenciones y, al contrario de lo que cabría esperar por el nivel de enfado general debido al recorte de salarios, no había unanimidad ni opinión general sobre qué hacer.
Visto lo visto, acudí a otros criterios: